Las carneadas forman parte de la identidad gastronómica y
cultural de los pueblos inmigrantes europeos desde tiempos muy lejanos.
Investigando sus orígenes podemos encontrar vestigios de las primitivas
carneadas en el hombre prehistórico, cuando su única finalidad todavía era la
de cazar y alimentarse sin mayores apetencias higiénicas ni remilgos
culinarios, y se reunía de manera tribal para comer lo que había cazado. Una
variante cruel si se quiere de la actual carneada pero no menos cierto que ese
es su origen y nadie puede soslayarlo.
Transcurriendo la historia de la humanidad, el hombre se
volvió un ser sedentario. Comenzaron los asentamientos en grupo, luego en colonias,
pueblos, ciudades… y paulatinamente el hombre fue perfeccionando sus maneras de
producir alimentos.
Así pasamos por diferentes etapas hasta llegar a la Edad
Media, dónde toman cohesión definitiva muchas de las costumbres y tradiciones
que hoy conforman el legado cultural que nos dejaron nuestros queridos abuelos,
que llegaron de allá lejos, allende el mar.
Es en la Edad Media donde las familias comienzan a
aglutinarse alrededor del rito de la matanza de animales para la producción de
alimentos que sean susceptibles de conservar durante el largo y frío invierno
en Alemania, donde la producción agrícola, por aquellos años, se volvía casi
nula. Una experiencia que luego también se repitió en las aldeas fundadas a
orillas del río Volga, en Rusia. Donde la soledad de la estepa, la lejanía de
la madre patria, un sentido amplio de familia y de comunidad, hizo que este
modo de producción de alimentos se transformara en una tradición altamente
afectiva y ligada a la cultura e identidad de los alemanes del Volga. Que luego
trajeron consigo a la República Argentina.
La carneada es una fiesta, la fiesta de la familia grande,
en la que se reúnen para trabajar abuelos, padres, hijos, nietos, hermanos,
tíos, vecinos… todos aportando no solamente mano de obra sino alegría. Una
alegría que se acompaña con música y el sonido de un acordeón. Y que se
prolonga por varios días.
En la foto el comienzo de una carneada en el año 1955, se esta pelando el cerdo.
Quiero transcribir una entrevista que hizo Julio César
Melchior a Marcelo Fhur vecino de Coronel Suarez, en Argentina. Podemos ver que
no difiere en nada lo que ha sucedido en Uruguay.
“Relata que se vivía como una fiesta entre familiares y
amigos que se predisponían a ayudar, con el compromiso que después se
retribuyera ese apoyo.
Generalmente el o los cerdos (a veces eran dos ejemplares
grandes y una vaca lo que se faenaba para hacer las facturas de cerdo) se
criaban en los campos o en las chacras, en la parte de atrás de las viviendas
que contaban con enormes terrenos disponibles.
Recuerda que la mañana comenzaba con la faena, seguía con la
tarea de pelar los chanchos (que se hacía pasándolos por agua caliente en su
punto justo en enormes bateas) y luego continuaba con el desposte de los
animales.
Mientras las mujeres, que se libraban de las tareas más
pesadas, pero esto no quiere decir que laboraban menos, ya iban preparando todo
lo necesario, como por caso la salmuera en la cual se dejaban por unos 20 días
o 1 mes los huesitos de cerdo que luego se hervían y se comían con chucrut.
Marcelo Fhur aclara: los alemanes tenemos la costumbre de
conservar los huesitos y también los jamones en salmuera, cubiertos hasta
arriba, guardados primero en cajones de madera y luego, cuando hubo el
material, en tambores de plástico, que daban mejor resultado. En cambio los
criollos lo que hacían era ponerlos en baúles de madera todo cubiertos con sal
gruesa.
Era una fiesta que duraba entre dos y tres días en la que
participaban familias completas, con muchos momentos de trabajo y también de
disfrute: cuando se comían los costillares asados, cuando se probaba la
morcilla blanca o negra y cuando se hacía a las brazas el primer chorizo que
salía de la máquina para probar si estaba bien de condimentos.
La carneada, una tradición que todavía se practica en
algunos hogares de la ciudad y de los Pueblos Alemanes, pero que antes era una
práctica común en casi todos los hogares.”
En este caso son descendientes alemanes, pero con alguna
diferencia en los productos todos los inmigrantes uruguayos viven la fiesta de
esta forma